La nueva historia de Marcelo Birmajer: En tierra nueva

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Si el nombre de Bukilo Hufna no figura en la lista de tripulantes de las tres carabelas, aclaró el profesor Plones, es porque abordó La Pinta como polizón. En el famoso debate de La Muerte, como se llamó aquella polémica conferencia, en la Universidad de Zaragoza, Plones utilizó el caso de Bukilo para argumentar su posición al respecto.

Bukilo era un judío sefardí de Ceuta, que arribó a las cortes de Madrid, huyendo por mera rebeldía de la casa de sus padres practicantes, a los 15 años, en 1491, circa octubre. Trabó conocimiento con un hechicero y taumaturgo .se le conocen sus alardes esotéricos, pero ningún milagro- autodenominado de la Casa de Maimónides, se consideró aprendiz y luego descreído. Se amanceba con una viuda de 47 años y finalmente, parece, Bukilo anticiparse al edicto de expulsión de los judíos de España -31 de marzo de 1492-, enredarse en una disputa con los hermanos Pinzón, hacerse anoticiar por Cristóbal Colón. Sin embargo, el propio Bukilo se describe como polizón. Logró saber fecha de partida, y abordó furtivamente.

De su diario –Apuntes de un falso bisnieto de Maimónides-, se deduce que fue el único de los tripulantes que aún creía haber llegado a las Indias. No hay un solo apunte de Bukilo que aclare al lector que descubre un continente. Se aparta ipso facto del resto de los marinos “para que no me descubrieran y por mi acento ladino”, manuscribe, en una gramática algo obtusa incluso para los cánones de la época. Un diario escrito para su exclusiva intimidad.

En los alrededores de Tenochtitlan otra vez conoce una viuda, azteca, también de 47 años. Creer o reventar, diría el falso taumaturgo. Alaba su nariz recta y partes del cuerpo que no vienen al caso en una ponencia universitaria. La mujer, describe Bukilo, lo aprecia por el blancor de su piel y la marca del octavo día. Traman un romance a la sombra de un bosque, de frecuencia semanal, elusivo tanto para Moctezuma como para Cortés, grafica Plones, según le narra la mujer a Bukilo, que solo adviene a los hechos gracias a ella, quizá la Malinche, intercambiando entre ladino y nahua.

Cortés vence a Moctezuma -las circunstancias aún son borrosas-, la mujer opta por el bando de los vencedores, pero no deja de visitar a Bukilo en la espesura. El polizón se dice que, como en un milagro herético, la ha dejado embarazada: el pecado puede concebir lo inconcebible, garabatea. Pero lo único concreto es la continuidad de ese contubernio: la azteca derrotada y el judío oculto, como dos prisioneros de una guerra ajena. Uno expulsado por su mero ser, la otra repudiada por su gente y recibida condescendientemente por el conquistador.

En esta confusión de sentimientos -como diría una de las traducciones de Zweig, cita Plones-, asoma el guaraní. No se refiere al idioma, aclara Plones, sino efectivamente a un indio guaraní, proveniente de la zona que luego se llamará Paraguay. El guaraní, como lo llama Bukilo, comparte la condición de polizón, se esconde en el bosque huyendo de sus captores castizos, y cae de bruces, casualmente, sobre la pareja en acción. Momento no menos confuso. Cuando logran comunicarse, el guaraní transmite a ambos, en rigor a los tres, también a sí mismo, inconfundible: nos van a matar a todos.

Ninguno de los tres puede negar coherentemente la admonición. Son sensatos. Han conocido el amor, el viaje, el destino incorrecto, la sorpresa. Saben con los ojos abiertos que los van a matar. Aquí es cuando Bukilo asienta en su libro personal, sin pretensiones de llegar más que a sí mismo, la tesis que Plones repetirá como clase en la Universidad de Zaragoza y el tango en su letra: lo que nos devasta de la muerte es que el mundo seguirá andando. Si todo desapareciera con nosotros, si realmente no quedara un alma ni una brizna de hierba en pie, si acabara el universo, ¿sería desesperante?

La azteca, el judío y el guaraní confabulan para huir del universo. No se les cruza por el magín -la palabra es de Bukilo-, destruir el existente; tampoco huir a los confines de la Tierra: no hay sitio para ellos. Pero del falso taumaturgo e incomprobable hechicero, Bukilo heredó una fórmula para “dejar de ser” sin morir; la azteca se sabe uno de su tribu, y el propio guaraní era hacedor de dimensiones en su lugar de procedencia. Pero no pueden los tres juntos. Solo dos serían capaces, si es que lo consiguen. Deben echar a suertes, o a algún tipo de competencia, cuál de los dos hombres lo intenta con la mujer. No cabe especular se salven los dos hombres: el conjuro no lo permite.

Sabemos, recapitula Plones, que demoraron no menos de un año en cortar y tallar de la corteza las piezas del ajedrez, en que Bukilo se lo enseñara al guaraní, en que comenzara la primera de las tres programadas partidas, en que la azteca los abandonara. Ninguno de los dos nombres figura en la bitácora de Bukilo. Los dos hombres solos lloran más por la partida de la azteca que por su futura muerte. ¿De qué sirve el universo, escribe casi como un bolero Bukilo, si ella no está? Y aún así, el mundo sigue andando. Sus ojos no se cerraron: pero ya no me mira. Y el mundo sigue andando.

Entonces, remata Plones, sobreviene la parcial revelación de Bukilo: ¿puede la azteca haberme concedido el sortilegio de que la muerte no sea devastadora gracias a que la vida me importa menos sin ella?

¿Es ese un pensamiento viril?, se pregunta Plones. Los alumnos no responden. Allí terminan los apuntes de Bukilo.

Creemos que fueron entregados a Diego Colón -el hijo del genovés- por el guaraní, que no sobrevivió. También las fechas son imprecisas, una acusación inquisitorial data que Diego cedió los Apuntes de un falso bisnieto de Maimónides a la comunidad sefardita de Melilla.

Pero quedó sin responder la pregunta original: ¿es por saber que el mundo seguirá andando sin nosotros que tememos tanto a la muerte? ¿Y sea quizá por eso que las ideologías escatológicas, que no respetan ni aprecian la vida, prefieren el fin del mundo? Tampoco acotaron los alumnos zaragozanos. Al fondo, en silencio e impune, como una respuesta, un alumno ondea una bandera enemiga contra Plones.

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